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El gran fallo histórico de «Salvar al soldado Ryan»

El «Tiger I» germano era una mole de 57 toneladas que daba verdadero pavor a las tripulaciones de los carros de combate aliados. Así lo dejó claro el tanquista soviético Nikolai Dubrovin poco después de la Segunda Guerra Mundial: «Se sentían escalofríos cuando veías uno».

Sin embargo, este coloso nazi -definido por el veterano oficial Otto Carius como «el mejor carro de cuántos conocí en la guerra»-, apenas puede defenderse unos segundos en la película «Salvar al soldado Ryan» del infatigable capitán Miller interpretado por Tom Hanks. Un oficial que, durante la última media hora del largometraje, logra acercarse lo suficiente a uno de estos gigantes como para disparar su subfusil Thompson a través de la pequeña abertura que permitía al conductor orientarse desde el interior.

En la película el descalabro que perpetra el capitán es total en la tripulación del blindado. Llega hasta tal punto que, incluso, varios paracaidistas americanos de la 101ª División Aerotransportada abandonan sus defensas para acercarse hasta el «Tiger I» (ya totalmente quieto gracias al naso de Miller) y rematar a los carristas del blindado.

¿Era tan fácil acabar con un «Tiger I» para la infantería americana? La respuesta es clara: no. De hecho, si en aquel junio de 1944 (durante el apogeo de la «Operación Overlord») un norteamericano hubiese imitado al capitán Miller, habría puesto en serio peligro su vida. Y es que, el visor del conductor del también conocido como «Panzerkampfwagen VI Ausf E» contaba por entonces con un bloque de vidrio formado por varias láminas capaces de resistir sin problemas los potentes cartuchos del calibre .45 que disparaba la Thompson.

Vaya por delante que este fallo de documentación no ensombrece una película que -gracias a la impecable dirección de Steven Spielberg- obtuvo 5 Premios Óscar. No en vano es un largometraje que, a pesar de contar con dos décadas a sus espaldas sigue definiendo a la perfección las penurias que tuvieron que soportar las unidades que desembarcaron en la playa de Omaha (el 2º de Rangers y las divisiones de infantería 1ª y 29ª).

Barbaridades que el cineasta logró inmortalizar en base a los testimonios de los soldados que sobrevivieron aquella jornada. «Era terrible, gente muriéndose por todas partes. Los heridos incapaces de moverse, ahogándose al subir la marea, y los barcos ardiendo de mala manera», explicó en una misiva un soldado de la «Big Red One» (apodo que recibió la 1ª División).